Una tradición en el siglo XXI

Lengua Muerta

Marcos Almada

Alto Pogo

Buenos Aires, 2017

Pág. 129

 

En la narrativa latinoamericana del siglo XX existió un tópico transitado por nombres ilustres de nuestras letras, se trata de la ficción apócrifa sobre movimientos artí­sticos y/o literarios. Tal vez la primera experiencia sea el genial Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Bajo el camino abierto por el Ulises de Joyce, el autor imaginó un grupo de jóvenes que deambulaban por la ciudad mientras divagan sobre la escritura y el arte. El Adán es una novela desmesurada, en la que Marechal se permite casi cualquier cosa. Lo mismo puede decirse de otros intentos: Tres tristes tigres de Cabrera Infante, Rayuela de Cortázar, La ciudad transparente, de Carlos Fuentes, etc. Roberto Bolaños sobre el final del siglo ensayó la que tal vez sea el epitome del género: Los detectives salvajes.

Almada y su Lengua Muerta se inscriben dentro de esta tradición, pero lo hace con los gestos propios de la escritura del siglo nuevo. Veamos. Lengua muerta, como sus antecesoras, es una novela que cuenta una serie de biografí­as apócrifas de escritores de una misma generación. De modo que la materia narrativa se va hilvanando con múltiples historias que se siguen unas a otras hasta recrear un fresco divertido y caótico de la experiencia literaria en el Rí­o de la Plata. Sin embargo, Almada consigue seguir el mismo camino de sus maestros, pero eludiendo deliberadamente las marcas propias del siglo anterior. Por lo pronto, Lengua Muerta no es una novela desmesurada: no llega a las 150 páginas. O mejor: su desmesura no está jugada tanto en la extensión o en los múltiples registros, sino en la abigarrada y por momentos excesiva cantidad de autores biografiados. Y por otro lado, el foco narrativo nunca aparece anclado en algún personaje en particular. Dicho de otro modo: el modo coral de la narración siempre está al servicio de la multiplicidad de voces y no a la descripción de algún personaje desde distintos puntos de vista.

 

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¿Cómo fue que ideaste la novela?, si es que tení­as un plan previo...

Lengua muerta se originó en mi cabeza gracias a una mezcla de dos acontecimientos importantes para mí­: la lectura de Literatura nazi en América, de Bolaño y una noche en el centro cultural Pachamama. La primera me dio la posibilidad de jugar con una estructura fragmentaria, donde podí­a hilvanar pequeños biografí­as de autores y jugar también con distintos estilos y géneros poéticos y narrativos. La segunda, pensar que pasarí­a si se borraba una generación entera de escritores. Cosa que ya pasó en nuestro paí­s. Una noche, en el Pachamama, ese centro cultural tan querido, donde uno se encontraba con, para citar a una poeta que escuché una noche ahí­ mismo, el barro de la poesí­a. Fue un lugar que durante 13 años vio desfilar poetas, narradores, editores, músicos, plásticos, y otros ejemplares de la fauna artí­stica vernácula. Esa noche en particular tuve esa especie de visión, que pasa si todos ellos desaparecí­an o eran desaparecidos, y después, con el correr del tiempo, un biógrafo los reuní­a en un libro para intentar purgar la culpa de estar vivo. Entonces así­ fueron apareciendo los escritores y los textos de Lengua Muerta, y podrí­a haber seguido escribiéndola, si no fuera por la certera intervención de Hernán Brignardello que me dijo, bueno, basta, dale un cierre, no podés seguir indefinidamente inventando personajes. Y le hice caso. Cuando lo terminé, lo mandé a concursar al Fondo Metropolitano y por suerte salió seleccionado.

 

¿Cuáles fueron tus antecedente literarios o modelos?

Leo bastante, y no sé si tengo modelos. Si hay escritores a los que uso como puntales cuando estoy escribiendo algo. En el caso de Lengua Muerta, fue Bolaño y mas especí­ficamente, Literatura nazi en América.

 

¿Cómo ves el panorama actual de la narrativa en la Argentina?

El panorama goza de buena salud hace varios años. Al menos es lo que yo veo desde el lugar en el que me paro desde hace un tiempo para mirar, que es el circuito independiente, autogestivo, que gracias a ciertos editores y gestores culturales, y gracias a muchos escritores y lectores y periodistas, no solo crece, sino que también va camino hacia la profesionalización, tan necesaria.

 

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

En lo que tiene que ver con la escritura, estoy terminando un texto que trata sobre un compendio de llamados telefónicos, mensajes de textos, Whatsapp de texto y de audio que fuimos teniendo con mi mamá y mis hermanos, cuñados, sobrinos y Julieta, mi esposa, en derredor de las internaciones últimas de mi mamá, y su posterior fallecimiento. Ese texto, si llegara a publicarse, se harí­a junto a otro texto que escribí­ a propósito de sueños que tuve con mi papá después de muerto.

Y el año pasado gané una beca del Fondo Nacional de las Artes para trabajar en una novela que trabaja sobre la figura de mi papá, sobre su vida contada por las personas que lo conocieron. Es una estructura que juega con la idea del collage de géneros porque tendrá crónica de viaje, diarios, mails, entrevista, monólogos y notas de lectura. Es un libro arduo en el que me voy a poner a trabajar en breve.

 

 

Marcos Almada. Azul, 1976. Publicó los libros Deforme, Lengua Muerta, Trabajos, Galgo y varios cuentos en distintas antologí­as. Condujo y produjo los programas de radio Amurados, Acá no es, Nictálopes y Loco Malo. Produjo los ciclos musicales/literarios Naranjas Azules, Nodo y Corrincho. Fue integrante del proyecto editorial Exposición de la actual narrativa rioplatense. Fue editor del proyecto Leer es futuro 1 y 2 del Ministerio de Cultura de la Nación. Es editor de Alto Pogo e integrante de la cooperativa editorial La coop, del Frente Editorial Latinoamericano y es socio de La Coop Librerí­a.