Pequeñas anécdotas sobre los fundamentos de lo social: la deuda

Pequeñas anécdotas sobre los fundamentos de lo social: la deuda

Las sociedades se forman a partir del intercambio y ese fundamento en toda la historia fue consagrando distintas modalidades, en algunas tribus tomó la forma elemental del cruzamiento entre integrantes de distintas familias, determinando la estructura de parentesco. También la forma elemental del intercambio económico, esto es: la obtención de una determinada mercancí­a necesaria a cambio de la entrega de otra u otras mercancí­as necesarias para el portador de la primera mercancí­a, conocido luego como sistema de trueque. El desarrollo del intercambio posibilitó la emergencia de comunidades polí­ticas, articulándose en la modernidad tal comunión sobre la figura del contrato y la composición del sujeto liberal. El contrato especí­fica un orden normativo en el cual todos los sujetos son libres de abstenerse al cumplimiento de reglas de convivencia social, así­ la libertad es una libertad de no hacer un daño que comprometa al conjunto de los amparados en esa institución contractual. En términos más adecuados al desarrollo del pensamiento moderno, esa figura es la del Estado.

Ahora bien, si las sociedades polí­ticas se consagran a la representación del Estado como medio de organización social justa y equitativa (esto último es propio de la República con su resonancia estrictamente en la Revolución francesa), tal organización, a su vez, debe simplificar las condiciones del intercambio, pues el sistema del trueque se verifica demasiado embrollado para esas sociedades liberales. El dinero, entonces, aparecerá como dimensión crucial para el desarrollo de las sociedades. Pero el dinero no es solamente la moneda con la que un Estado define su instrumento concreto de comercialización, es también aquello que organiza modos, actitudes, estilos y percepciones de vida. Si el dinero no alcanza en una familia, como suele decirse, para llegar a fin de mes, esta circunstancia afecta la totalidad de la organización familiar. La cantidad de dinero que una familia posee determina sus formas de administración con el objetivo de alcanzar a cumplir su gasto en el transcurso mensual. Pero si decimos todo esto, también estamos observando que hay un carácter mensual del dinero, y esto es lo que en las sociedades capitalistas se denomina salario. El salario en tanto la cantidad de dinero recibida por un trabajador a cambio de la venta de su fuerza de trabajo para la reproducción del capital se convierte así­ en un fuerte determinante de la organización social en su totalidad y de la vida familiar particularmente. De hecho, entre las discusiones de la sociologí­a de la segunda mitad del siglo XX surgí­a la hipótesis del deterioro de la sociedad salarial, es decir, el tipo de sociedad que se habí­a organizado con la era industrial cedí­a ante las transformaciones del capitalismo y el ingreso en lo que distintos sociólogos denominaron "sociedades postindustriales", donde la caí­da del empleo, de, precisamente, los salarios y otras modificaciones en las actividades laborales afectaron toda la organización de la vida familiar y de la vida común, es decir, la forma de intercambio que realizamos en la comunidad.

El filósofo alemán George Simmel fue pionero en estudiar al dinero a través de sus significaciones simbólicas y comprenderlo como una forma total de organización de la vida urbana y de la definición de los estilos de vida. En su Filosofí­a del dinero este pensador argumentaba que el dinero conformaba los modos estrictos de la racionalización y la alienación de la vida moderna urbana y determinaba actitudes, valoraciones y conductas en tal sentido: los objetos podí­an tomar valoración social de acuerdo a si eran fáciles o difí­ciles de conseguir, y en esa trasposición de la relación social como relación objetiva se configuraba la cosificación de la vida moderna.

La determinación del dinero en la composición de la vida y de la sociedad, entonces, es un camino adecuado de interpretación de las prácticas sociales. En todos los niveles de la vida aparece el dinero como dimensión simbólica y como medio concreto (papel moneda) para el desarrollo de la vida social. Si eso que llamamos vida social, como sugirió Simmel, se compone también de estilos de vida, podemos afirmar que el dinero es una dimensión económica y polí­tica de la comunidad, pero también estética. Toda configuración estética de las sociedades se representa en el dinero: no solamente porque con dinero sea más fácil adquirir los objetos que definen una moda, como puede argumentarse desde la posición de Simmel, sino también porque el dinero implica una posición de individuación que refrenda cualquier estética de sí­. Portar el dinero –en billetes, tarjetas de crédito, etcétera– define una figura del individuo.

En este punto es interesante una idea abordada por Gilles Deleuze en sus estudios sobre cine, cuando argumentaba que una de las formas más consolidadas del cine dentro del cine eran las pelí­culas cuyo relato central es el dinero. Porque, ¿qué otra cosa es el cine más que dinero? Para hacer pelí­culas se necesita mucho dinero, para verlas se debe pagar una entrada; el cine, en definitiva, subraya el intercambio. El cine cuando trata al dinero como tema fundamental está hablando de sí­ mismo, de las difí­ciles peripecias para conseguirlo, de las dificultades para que lo suficiente alcance. Por eso, el cineasta italiano Federico Fellini sentenció en una ocasión: "se sabe que un filme está terminado cuando se acabó el dinero".

En nuestro ámbito, el director de cine Alejo Moguillansky junto a su esposa, Luciana Acuña, intervinieron sobre esa cuestión con su obra teatral Por el dinero, en la cual se relatan las numerosas dificultades ocasionadas a partir de la obtención de una promesa de subsidio para la realización de una pelí­cula. Cuando se notifica a Moguillansky que se le depositará determinada cantidad de dinero, este empieza una serie de planificaciones de un próximo filme, realiza viajes a festivales a los que supuestamente es invitado pero nunca le depositan el dinero correspondiente una vez en el lugar, etcétera. Las vueltas del dinero obligan a que uno gaste dinero, se endeude, y siempre por la voluntad de la obtención de una cantidad de dinero esperada.

Al comienzo definí­a que las sociedades surgen a partir del intercambio, es decir, que desde esa formación emerge una comunidad polí­tica y asociaciones vitales. En definitiva, eso indica que el punto de partida de toda sociedad es el don. Marcel Mauss analizó el potlach, justamente, para comprender el desarrollo de la vida social desde esa figura del intercambio recí­proco. El potlach organizaba una modalidad de intercambio que poní­a al receptor en obligación de recibir, pero también en situación de deuda; se quedaba obligado a dar y mientras mayor sea el valor social de lo que se ofrecí­a, un mejor prestigio social se obtení­a; incluso el sacrificio era una posibilidad cuando aquél era el objetivo.

La donación como forma de la deuda inaugura el desenlace de los modos y medios de la vida social. Por eso, cuando Karl Marx muy bien observó que una mercancí­a preponderante de la organización del capital era el dinero, y que su condición estaba sujeta a su capacidad de generar más dinero a partir de sí­ mismo (lógica de la inversión que es una lógica del intercambio), lo que señaló es justamente el carácter de la deuda que funda todo sistema social.

Cuando en la actualidad se denomina capitalismo financiero a esta forma global del capital que se sustenta en la circulación permanente de dinero y que asume, por esto mismo, un carácter estrictamente virtual, también ello se funda en la condición estructural de la deuda. La deuda es una posición social que se tiene en toda comunidad polí­tica, la obligación a dar. En sí­ntesis, para una vida común se notifica que no hay relación social sin deuda, y que el dinero es apenas su forma abstracta y simbólica que asume en la representación.