Mirar el mundo, con los ojos de Liliana
por: Andrea Reynaga
Simi Tití mira el mundo
Liliana Bodoc (Ilustradoraciones de Viviana Garofoli)
Grupo Editorial Norma
31 páginas
2016
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Las bibliotecas nos llevan más allá de los anaqueles polvorientos y hacen posible el encuentro con autores maravillosos, más allá de lo material, de lo tangible. Muchas veces, leer literatura, en nuestros paraísos borgianos, marca a fuego, palabras inquebrantables. Hace tiempo, tuve uno de esos encuentros al conocer la obra de Liliana Bodoc. Ese día descubrí que su escritura es una vertiente inacabable de mundos y miradas.
En esos días de bullicio escolar, entre el recreo de primer ciclo y las visitas editoriales, llegó a mi biblioteca un cuento corto. Un libro álbum bellamente ilustrado. Me alegré, porque era de Lili y sabía que era una travesía segura. Por cosas de la vida, o de la escuela mejor dicho, no pude leerlo ese día, así que simplemente inventarié Simi Tití mira el mundo y lo puse en el estante de novedades para los más chiquitos del colegio. Como era de esperarse, ese primer día, se prestó: "Seño ¿a este librito me lo puedo llevar? ¡Tiene un monito, mirá!" Con alegría y algo de apuro Sofí de primero A se lo llevo a casa esa mañana. A los dos días volvió el libro con su lectora, pero en esa ocasión los acompañaba un par de anteojos de papel. "Son para vos, seño para que mires el mundo entero". Llena de alegría abracé fuerte mi regalo, el libro y a Sofi. Y ahí comenzó mi aventura nueva, ni más ni menos que en la selva. Pude entender entonces que, aunque su lectura durase un recreo, es de esas historias que se recuerdan para siempre.
Al abrir las páginas de este hermoso libro álbum, las ilustraciones de Viviana Garofolite se mecen entre las palabras de Liliana en un sinfín de enredaderas. Dentro de una selva plagada de personificaciones y palabra poética, Simi Tití está intrigadísimo por saber qué se siente al poder usar un par de anteojos, por lo que decide probarse los de su mamá, los de su hermano y hasta los de su abuelito.
Y es que los anteojos no se prestan, les decimos a los niños. Y es que ponerte "ajenos anteojos" sí que enoja a las mamás y más que a nadie, a la mamá de Simi.
A través de este artefacto, la autora invita al lector a mirar el mundo de maneras profundas. A entender las miradas de los otros, sin desprecio, ni prejuicios, comprensivamente. Porque a veces, las miradas más simples pueden cambiarte el mundo entero. Y es ahí, que el hermano de Simi ve un mundo lleno de colores, la mamá súper prolija que enseña en la escuela solo ve letras y números escondidos aquí y allá, mientras que el abuelo mantiene vivo el recuerdo de una abuela amorosa, en una selva más cuidada, con más árboles. Y el pequeño protagonista se avergí¼enza, porque en realidad mira la privacidad de sus mayores sin permiso. Es que los niños recién están aprendiendo a mirar con sus propios ojos. Las ideas brotan en esa selva de "escarabajos coloraditos".
Los primeros lectores seguramente pasarán por alto los juegos del lenguaje que proponen la autora y la ilustradora, como por ejemplo, la composición de la selva, los gustos y emociones que atraviesan las franjas etarias de los diferentes personajes que, la mayoría de nosotros como adultos, rápidamente entenderíamos y reflexionaríamos sobre ellos, porque refieren acerca de la vida que llevamos. Pero la trama invita a mirarnos hacia adentro también. Y no queda solo allí. A nosotros los adultos, a los mediadores, nos incita a pensar, sobre todo cómo nuestros chicos y chicas nos ven a nosotros mismos. Porque este cuento maravilloso es transformador.
Desde una perspectiva más didáctica, Simi Tití, se convirtió en estrategia pedagógica. Y las docentes en puentes innovadores. Ellas junto a sus alumnos desandaron las lianas que mecían la historia, visibilizando las voces y miradas recónditas propuestas por la autora, a través de interrogantes que pondrían en tensión el andamiaje de cada lector. Y es que este cuento, es una obra con un valor inmenso, que contribuye a reflexionar y ampliar las estructuras del lenguaje como otra puerta de entrada a la cultura letrada. Es un libro con abundante lenguaje visual y verbal, marcado por una estética que permite el despliegue de múltiples capas de significados. Libera infinitas posibilidades.
Gracias a Simi Tití mira el mundo, en las aulas ocurrieron convites de palabras variados, que propusieron a los niños a hilvanar sus propias historias familiares y a constituirse como sujetos, creativos. Ellos fabricaron sus propios anteojos y, tomando la palabra, imaginaron y dijeron lo que veían. Y es que de eso se trata leer literatura, de ampliar repertorios, de empoderarse. Simi Tití nos explica que cada uno "puede mirar el mundo a su modo. Y que el mundo está afuera… pero también adentro."
Y la autora nos invita.
Nos invita a dejarlos elegir qué mirar, a ver más allá de nosotros.
Y es que eso era, es y será Liliana Bodoc. Aquella mujer que nos llevó a los confines de la palabra. La autora que nos enseñó que se puede mentir para decir la verdad. La maestra que devolvió a las aulas con su poesía, a ese niño que yacía tendido en una playa. Una madre que nos aferró fuerte a su obra para seguir viviendo por siempre, en la cultura popular que siempre defendió.