Lo cotidiano de modo sutil
por: Lucía Fernández éƒæ˜Ÿæš’ Hao Xingqing
Variaciones de la luz
Diana Bellessi
Ediciones CienVolando 2014
Visor 2011
203 pp.
"En la gentil mirada del maestro
yo imagino su amor ante las cosas
sobre todo lo terso y lo pequeño
alzándose en sus formas del vaivén
donde se gana eso que se pierde
como lo hace la brisa entre los juncos"
De "La enseñanza silenciosa".
Separado o unido en La enseñanza silenciosa y La enseñanza del oro, Variaciones de la luz rodea lo cotidiando de modo filosófico, terrenal, sutil. Ocurren en estos versos de Bellessi todos los pájaros, o el Mirlo de Wallace Stevens, ocurren y se emparentan con un yuyito mientras Talita Kumi reencarna en una perra perezosa, amable y pura.
En "La lección", escribe:
"Lo pequeño no es menos que lo grande
y nada permanece ni es final"
Y es apenas un poco del incesante desfile taoísta que la poeta comparte entre patios, cortadoras de pasto, Juanes, islas...
En La enseñanza del oro la luz se desliza bajo nombres y relaciones imponentes y delicadas al mismo exacto tiempo que lo hacen las sombras. Y todo es parte, intenta, de una belleza rota, pero belleza al fin.
"No mira el alma más que la sutura
y la belleza"
"Como si viendo o no o si escuchando
no fuera una cuestión
de entendimiento y fuera en cambio
de entregarse a esa luz y sombra"
Para la madre, ésta voz:
"Hoy y el carpe diem de cada día
ganado tal cual ahora lo recuerdo en el brillo
de tus ojitos pardos ante la luz
de la mañana espléndida"
El poema en tres partes, Como en un arca, concluye:
"Y es tanta la dulzura y el destrozo que digo sí,
como una madre."
Habitualmente al leer, pliego la punta superior de las páginas a las que quiero volver formando un triángulo. En este robusto y suavecito libro de poemas me descubrí doblando todas las puntitas como si un origami latente se organizara en formas.
En la página cincuenta, a la altura de Eucaristía, mi ejemplar es ya mil grullas y el libro esa V con la que supimos dibujar los pájaros.
En menos de doscientas páginas los versos bailan, lúdicos, con la delicadeza de la caligrafía antigua en tinta china sobre papel de arroz, y son pulpos que nos atrapan la cara desde el libro.
Una sensibilidad filosa, tierna, y una concentración enteramente distraída ponen estos poemas frente al lector, dispuestos a llenarle el rostro y los pensamientos de muecas.