Carlos Gardini o la ciencia ficción como una forma poética de entender el lenguaje
por: Marcos Bertorello

La obra narrativa de Gardini desde su inicio (salvo algunas pocas excepciones), insiste en un espacio estrecho y específico: el género de Fantasía Especulativa, Ciencia Ficción o como la llamó Borges, Fantasía Razonada. Esto no sería una novedad en si misma: existe un puñado de escritores argentinos con un plan parecido. Lo que hace de la obra de Gardini una verdadera originalidad, es su calidad. Quiero decir: Gardini escribió una docena de libros de Ciencia Ficción de un nivel compositivo deslumbrante. O que tranquilamente se podrían agrupar dentro de la basta herencia de los mejores narradores del Río de la Plata (y no únicamente por su calidad, sino porque, además, logró lo que solo algunos escritores hacen: plasmar una singular visión del lenguaje).
Lo que resulta llamativo es la desatención editorial de sus libros: casi todos salieron por editoriales artesanales, o están desclasificados, o en emprendimientos a pulmón de vida corta. Pero además, después de un inicio prometedor en los ochenta, Gardini permanece en las sombras durante casi una década. Y esto no sería necesariamente un hecho relevante, si no tuviéramos en cuenta una serie de reconocimientos nacionales e internacionales que hacen aún más chillón el silencio editorial argentino: Primer Premio del Círculo de Lectores por Primera línea, 1982 (entre los miembros del jurado estaban Borges y Donoso); Premio Konex - Diploma al Mérito, 1984; mención especial "Concurso Fantasía y Ciencia ficción", Ultramar/El Péndulo, 1987; premio Axxón por El Libro de la Tierra Negra, 1991; premio Más Allá por El Libro de la Tierra Negra, 1992; segunda mención "Premio Fundación Fortabat", género cuento, 1992; Premio Konex - Diploma al Mérito, 1994; Premio UPC (desde 1991 se entrega el premio de Ciencia Ficción de la Universidad Politécnica de Cataluña que es uno de los premios más importantes del género en el mundo y que Gardini ganó tres veces) por Los ojos de un Dios en celo, 1996; Premio Ignotus al mejor cuento extranjero por Timbuctú, 1998 (desde 1991 la Asociación Española de Ciencia Ficción, Fantasía y Terror entrega este galardón literario a obras editadas en España); Premio UPC por El Libro de las Voces, 2001; Finalista Premio Minotauro, mejor novela por Fábulas Invernales, 2004 (la editorial Minotauro que actualmente perteneciente al grupo Planeta, es una mítica y prestigiosa editorial del género); Premio UPC por Belcebú en llamas, 2007. Además, mientras pacientemente pergeñaba sus ficciones, desarrolló una carrera de traductor literario de los siguientes autores: Henry James, Robert Graves, Cordwainer Smith, Isaac Asimov, J. G. Ballard, Charles Dickens, James Ellroy, Rachel Ingalls, R. D. Laing, D. H. Lawrence, Ursula K. Le Guin, Tim O’Brien, Catherine Anne Porter, Dan Simmons, John Steinbeck, Gore Vidal y Kurt Vonnegut.
Quisiera partir de esta situación injusta y a la vez paradójica: tenemos un autor que desarrolló una obra de calidad con reconocimiento nacional e internacional pero que, a la vez, no tuvo la atención ni el cuidado editorial que se merecía. Y a partir de esta evidencia, me gustaría desgranar dos hipótesis que intentan responder a las íntimas razones de este descuido.
Partamos de la primera de estas razones (y que puede ser la más evidente): la poca o casi nula salida comercial de un género como la Ciencia Ficción en un mercado editorial arisco a este tipo de aventuras literarias. Esta razón parece la menos problemática y en algún sentido sería le explicación más simple: la escritura de Gardini se jugó siempre por un género que nunca terminó de instalarse en el medio local, y en consecuencia, sería esperable que haya pocos editores dispuestos a asumir el riesgo. Aunque uno podría pensar un sinnúmero de objeciones a esta prevención injustificada, es cierto que en el mercado editorial local los espacios de este tipo son escasos y tienden, todo el tiempo, a la desaparición.
Pero también, me parece, hay otra razón. Una hipótesis que tiene que ver con la escritura misma de Gardini.
Planteo de entrada mi idea y después intento argumentarla.
La obra de Gardini bucea, consecuente, en la elaboración de una lengua poética propia que esté al mismo tiempo atenta a dos frentes: plasmar una historia y mantener la opacidad propia de cualquier escritura poética. Esta búsqueda tiene por consecuencia, la generación de un lector incómodo en el que la significación parece deslizarse todo el tiempo hacia un punto vacío y que, por lo tanto, la referencia propia de cualquier historia, a la vez, se vuelve resbaladiza.
Pestarini en relación a la obra de Gardini, ubica dos referentes: Gene Wolfe y China Miéville. La pertinencia de este señalamiento no es solo temática, sino formal: Gardini, como Wolfe y Miéville, utilizan el género para plasmar una poética forma de entender el lenguaje.
Me explico.
Gardini toma por asalto las convenciones del lenguaje. Y lo hace siguiendo los británicos consejos de un ladrón de bancos. Organiza detenidamente los pormenores del atraco. Y ejecuta el plan a punta de pistola, con rabia y algo de salvajismo. En ese punto, Gardini, combina en dosis justas la flema contenida de un ciudadano inglés con la locura incontrolable de un pibe del conurbano bonaerense.
Lo que digo se puede palpar, sobre todo, en la misma escritura. Gardini construye tramas de aventuras que se desarrollan en mundo imaginarios, esto sería el plan narrativo. Lo singular (y el punto en donde me gustaría señalar la vena salvajemente poética de su escritura) es el modo en el que se las ingenia para dar vida a esos mundos. Gardini nunca se toma el trabajo didáctico (y torpe, desde el punto de vista estético) de introducir al lector en las señales deícticas de sus mundos. Gardini ejecuta su plan como si el lector estuviera avispado y no necesitara orientación alguna. Gardini pone sobre la mesa de trabajo las armas con las que planea el atraco y nos dice al oído: vamos, arreglate con esto. Gardini guarda y muestras sus cartas el punto justo para que nosotros (lectores) estemos intrigados por lo que dice (y no terminemos de entender del todo el cuento) y a la vez nos creamos cómplices de su apuesta. El efecto en el lector es inigualable: de pronto nos sentimos bendecidos porque creemos pescar algo de ese mundo que se adivina misterioso y complejo, prometedor y esquivo.
Esta vena poética se puede leer de un modo mucho más consecuente y sostenido, en la serie de libros que Gardini escribe a partir de la última década del siglo pasado.
A modo ilustrativo, me gustaría detenerme en uno de estos trabajos para mostrar la utilización del lenguaje poético para la construcción de un mundo imaginario por parte de Gardini.
Entre los múltiples reconocimientos que recibió en vida está el haber sido finalista del concurso Minotauro 2004, con la novela Fábulas Invernales.
La trama sigue la historia de Jonás Angélico que está desterrado en la isla Bellamar. En ese marco algo extraño, cuentan historias diferentes que a la larga serán su propia salvación.
Pero como dije más arriba, el punto neural no está tanto en la historia sino en el modo. Es decir, el fino oído de nuestro autor para afinar la lengua en la clave de un instrumento bifronte: que pueda hilvanar narrativamente una serie de hecho y a la vez, mostrar, nombrar, mundos entrevistos pero nunca definidos: como si las palabras fueran puertas entornadas que dejan ver unas pizca deslumbrante de un mundo prometedor.
Doy algunos pocos ejemplos.
Nuestro héroe pertenece a una organización y tiene una función especial: Observador de Artes y Menesteres. Este nombre define una serie de tareas que Gardini cuenta de un modo felizmente fragmentario en el que el lector entiende y no entiende algo de lo que sucede.
Transcribo dos líneas de las primeras páginas:
"Un Observador de Artes y Menesteres es un mutilado cuando lo despojan de su adyuntor, pero en el Día del tributo debe aceptar esta mutilación."
En estas pocas palabras se acumulan una serie de enigmas: ¿qué es un adyuntor? ¿y el Día del tributo? La amputación, en este contexto, ¿es una metáfora de la pérdida siempre amarga de un ser querido o no: el literal corte de una parte muy querida de nuestro propio cuerpo? A la vez, el párrafo narra algo muy concreto: la abnegación de un súbdito que debe someterse a los deberes siempre importantes y misteriosos de su función.
El mismo espíritu poéticamente intenso lo encontramos en las descripciones. La novela comienza de este modo, justamente:
"Cántico y bruma: un himno de alabanza en la noche, tintineos en la niebla.
El aire raspa mis oídos, recordándome que el mundo es discordia.
La música me taladra el pecho".
La primera línea nombra de manera insistente elementos que dan la atmósfera lúgubre del mundo de la historia: bruma, noche, niebla. Las palabras himno y alabanzas ponen una pizca de solemnidad al ambiente. En la segunda línea aparece la subjetividad personaje y de un modo concreto nos muestra el estado de lucha sin cuartel con su entorno: El aire raspa mis oídos y el mundo es discordia. Y la tercera línea pone el dedo en el certero punto de angustia: el pecho como el lugar privilegiado donde ubicamos el padecer humano.
Para concluir, digo: el modo intensamente poético que Gardini eligió para narrar sus historias da pie a un tipo de lector comprometido, que todo el tiempo tiene que lidiar con la incomodidad de vérselas con ese doble filo de su literatura: asistir a una historia que va desarrollando los sucesos como cualquier otra, pero que deja en el camino, mojones enigmáticos que convierten la lectura en una sagaz puesta a punto de nuestro lugar en el lenguaje.
Por esta razón, creo, el mundo editorial argentino nunca terminó de adoptar un escritor despreocupado de las modas literarias (que son tan ridículas y efímeras como cualquier otra) pero si consustanciado con su propio y singlar modo de entender el lenguaje.
Letra Sudaca es una editorial que viene haciendo un trabajo de justicia con la obra de Gardini.
Mi cerebro animal (cuentos). 1983. Primera línea (cuentos). 1983. Sinfonía cero (cuentos). 1984. Juegos malabares (novela). 1984. Cuentos de Vendavalia (cuentos infantiles). 1988. El Libro de la Tierra Negra (novela). 1991. Los ojos de un Dios en celo (novela). 1996.El Libro de las Voces (novela). 2001. El Libro de la Tribu (novela). 2001. Vórtice (novela). 2002. Fábulas invernales (novela). 2004. La Ciudad de los Césares (cuentos). 2013. Belcebú en llamas (novela), 2016. Leyendas (cuentos), 2018.